Sustituye el juicio por la curiosidad

POR CHARLY BEAUTELL

El otro día le ocurrió esto a un amigo que discutía con un familiar cercano sobre la situación del COVID.

El familiar de mi amigo comentaba que seguiría llevando la mascarilla puesta a pesar de que ya no es obligatoria, y mi amigo le decía que así la pandemia no va a terminar nunca.

Empezaron a intercambiar argumentos de porque sí y porque no deberíamos llevar mascarillas, hasta que de pronto mi amigo le dijo a su familiar cercano que era un ignorante y un cobarde.

Por supuesto ahí terminó la discusión y cada uno se fue por su lado totalmente enojados. Al rato mi amigo me llamó para contarme lo que había sucedido y lo mal que se sentía por haber insultado así a su familiar cercano al que aprecia y quiere.

Creo que todos hemos pasado por algo similar durante estos dos años, y este puede llegar a ser un tema un tanto delicado. Son varios años de pandemia ya, y muchas personas tienen los nervios a flor de piel. Pero eso no justifica una reacción así.

Debemos aprender a no juzgar a los demás a la primera, desde nuestro ego y nuestras creencias, creyendo que tenemos toda la razón en lo que decimos.

El mundo no es blanco o negro

Lo cierto es que el mundo no es blanco o negro. Existen millones de matices grises y cada ser humano vive en uno de esos matices.

Todos somos «víctimas» de nuestras propias experiencias vitales: las creencias adquiridas a través de padres, profesores, y amigos, que influyen en como vemos el mundo y que creemos acerca de todo lo que ocurre.

Pero lo cierto es que somos 7.800 millones de seres humanos en la tierra, cada uno con su propia visión del mundo. Esto da para muchos matices de grises…tantos como personas realmente.

¿Qué pasaría si todos quisiéramos imponer nuestras creencias a los demás, juzgando y discutiendo con cada persona por no pensar como nosotros?

Es cierto que solemos buscar tribus y grupos con los que nos sentimos identificados en nuestras creencias, pero aún así, nos pasamos el día juzgándolo todo bajo nuestro propio prisma de visión.

Y lo peor de todo es que el juicio es automático. Salta en nuestro subconsciente y empezamos a hablar desde nuestro ego intentando convencer al otro para tener la razón.

Esto es ridículo y 100% ineficaz. Las personas no se convencen a través de argumentos. Se convencen cuando experimentan por las cosas sí mismos.

Insisto… ¡Hay muchos grises! Deja que cada gris sea feliz con tu tono de gris.

Activa tu curiosidad para dejar de juzgar

Una herramienta que aprendí hace tiempo para evitar el juicio automático es la de activar tu curiosidad. El objetivo de esta herramienta es tener conversaciones en vez de discusiones.

Cuando hablamos desde nuestro ego queremos imponer nuestro criterio, lo cual inicia una discusión en la que intentamos convencer al otro.

En vez de querer imponer tu visión, empieza a preguntar a la otra persona porqué piensa de esa manera. Intenta entender que ha llevado a esa persona a creer lo que cree.

En vez de decir lo que tú crees, hazle preguntas como: ¿Qué te hace pensar así? ¿Cómo sabes que esa perspectiva es cierta? ¿En qué te basas para argumentar algo así? etc.

Se trata de hacer preguntas honestas desde la curiosidad y desde la empatía de querer saber más sobre la otra persona. Tómatelo como un juego, como si fueras un niño lleno de curiosidad.

Haz preguntas abiertas, es decir, preguntas que no se puedan contestar con un sí o un no. Estas preguntas activan una conversación, en la que ambos hablan desde la sensación de que no hay juicio, solo hay curiosidad por saber más.

Esta es la manera de tener conversaciones y no discusiones. Es la manera de crecer ambos, de intentar entender al otro y quizás aprender algo nuevo que no sabías. O simplemente ver las cosas desde un punto de vista que no habías imaginado.

Pon esta herramienta en práctica desde hoy y verás los cambios inmediatamente. Especialmente con esas personas con las que sueles discutir siempre o con las que no te llevas tan bien.

Ponla en práctica con tus familiares, amigos, o compañeros de trabajo y te sorprenderás el efecto sanador y reconciliador que tiene. Te evitarás muchas situaciones desagradables en el camino.

¿Entonces quién tiene la razón?

Lo cierto es que nadie tiene la razón en realidad. Como ya he dicho. Un hecho concreto puede ser visto por dos personas al mismo tiempo y en el mismo lugar, y cada una tener una opinión muy diferente de lo que ha visto.

La objetividad no existe como tal, porque cada uno de nosotros pasa un filtro todo lo que ve por su mente, sus experiencias pasadas y sus creencias.

Como ya sabemos, hay 7.800 millones de mentes y creencias posibles, por lo que «la verdad absoluta no existe». Esto da para una filosofada gorda, pero sería demasiado para este artículo.

¿Entonces qué pasa cuando dos personas ven algo de manera diferente? Pues no pasa nada. Tener una visión diferente a la de otra persona es normal y además es sano. Las diferencias nos ayudan a crecer.

Que hagas preguntas por curiosidad, por saber más sobre lo que ha llevado a la otra persona a pensar así, no significa que tengas que estar de acuerdo.

Puedes perfectamente disentir y estar en contra al 100%, pero usando esta herramienta puedes tener una conversación sin intentar convencer a la otra persona de lo que para ti es la verdad.

Además ocurre algo mágico cuando preguntas y activas la curiosidad. !La otra persona no se siente juzgada! Y esa es la magia de esta herramienta. La sensación de juicio desaparece completamente.

Se convierte en una conversación con preguntas y respuestas y con intercambio de pareceres desde otro lugar. No estás intentando convencer, simplemente estés expresando tu visión.

Al mismo tiempo estarás escuchando la visión del otro, que quizás tú jamás habías imaginado, y puedes aprender muchas cosas en el proceso.

Esta herramienta debería ser de obligado cumplimiento para cualquier líder, padre, madre, o persona con gente a su cargo. Pregúntale al otro porque cree lo que cree antes de juzgar su comportamiento.

¿Entonces el juicio no existe?

Esto da para otra filosofada, pero lo mantendré simple. El juicio por supuesto que sí existe y vas a seguir juzgando cosas toda tu vida. De hecho es necesario, pero lo harás desde otro lugar.

Un consejo de sabiduría que aprendí hace tiempo y que aplico cada día es el de: juzga siempre la acción , no a la persona.

Muchas veces no estamos de acuerdo con personas a las que queremos o tenemos cerca cada día como la pareja, hijos, amigos, compañeros de trabajo, conocidos, etc.

Entender y aceptar que cada persona, cada ser humano, hace lo mejor que sabe de acuerdo al nivel de conciencia y sabiduría que tiene en cada momento, te ayudará a juzgar a la acción, no a la persona.

Si una persona cercana a la que quieres, te hace algo o te dice algo que te duele, haz el esfuerzo de juzgar la acción y no a la persona.

«Para mi, el perdón y la compasión están siempre unidos; la manera en la que hacemos responsables a las personas que hacen algo mal, y como a la vez somos capaces de mantener el contacto con su humanidad lo suficiente para creer en su capacidad de transformarse con el aprendizaje»

bell hooks, escritora

Las personas a veces actúan desde el miedo y desde el no saber, y eso les puede llevar a decir cosas que duelen, pero solo intentan protegerse del dolor. Hacen lo que pueden con lo que saben. No saben hacerlo mejor en ese momento. Todos lo hacemos.

¿Qué quiere decir esto? Pues que el juicio claro que existe y de hecho es necesario. Debemos juzgar lo que creemos que está bien y lo que está mal.

El juicio nos permite actuar con ética y con honestidad de acuerdo a nuestros valores. Nos permite saber qué es lo correcto para nosotros en cada momento y cada situación.

Pero la clave es hacerlo desde este otro lugar, desde la curiosidad, la empatía y el respeto a los demás. Juzgando la acción y no a la persona.

De esta manera evitaremos discusiones y ataques personales que son realizados desde el ego que intenta defenderse «del ataque del otro«, y que no llevan a una solución del problema.

Como gestionar las diferencias de opinión

Hay ocasiones en las que no estar de acuerdo no conlleva ningún conflicto porque no convives día a día con esa persona, simplemente piensas diferente que esa persona a la que no conoces bien. No hay vínculos emocionales, y simplemente pasas de esa persona.

¿Pero qué pasa cuando hay que llegar a un acuerdo para mantener relaciones armoniosas? Por ejemplo, cuando hay diferentes opiniones y creencias con personas que quieres y aprecias en un equipo de trabajo, entre amigos o en la familia.

Volvemos al principio. En el caso de un amigo o familiar que amas, pero con el que no estás de acuerdo en algo delicado, como puede ser la orientación política, la religión, o el COVID, debes buscar los valores que tienes en común y hablar sobre eso.

En vez de discutir e intentar convencer al otro de algo que cada uno ve diferente, habla sobre cosas que tengáis en común, valores que sean importantes para ambos y les unan, no creencias o valores que les separen.

No intentes convencer al otro de nada. No tiene sentido discutir sobre temas que además no están en tu mano resolver, como la política, religión, etc. Esto no lleva a ningún lugar. Es tu ego intentando tener razón para sentirse útil e importante.

En el caso del ámbito de trabajo, cuando hay desacuerdo sobre qué decisión tomar, cual es el camino correcto, o decidir si el comportamiento de alguien debe ser sancionado, hay que encontrar un punto intermedio entre ambas partes.

Cuando hay un conflicto o hay que tomar una decisión difícil, ambas partes deben «sentir que han ganado y se han sentido escuchados». En vez de buscar diferencias, se trata de buscar puntos en común que ayuden a tomar la decisión.

Normalmente será la persona con el cargo más alto el que tome la decisión final, es lo lógico, pero después de haber escuchado todas las opciones y a todas las partes.

Este tema de para largo, pero te invito a probar esta herramienta y verás como muchas relaciones difíciles cambian radicalmente.

 

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